A SANGRE FRÍA

Primero me sonó a leyenda urbana. Un pobre adolescente en busca de aprobación, se emborracha el día del paseo final de su curso. Su edad, entre 16 y 18 años. El colegio al que pertenecen los angelitos, un centro educativo más propio de un estado del medio-oeste norteamericano, tipo Montana, donde se elige la reina del carnaval, y a la fiesta de graduación le llaman seguramente "la prom". La locación: seguramente la hacienda o quinta vacacional de uno de los jóvenes, situada convenientemente lejos de la ciudad y de los padres de los chicos, de tal forma que puedan dar rienda suelta a sus hormonas alborotadas. Por mala suerte el alcohol hace estragos, y el espinilloso joven se vomita sobre uno de sus compañeros, a quien lógicamente, no le hace nada de gracia. Hasta aquí, una situación perfectamente normal de la vida colegial burguesa, y quitando el dato de la hacienda, y trasladándola a las afueras de la Plaza de Toros, se podría decir que una situación común de la vida colegial, punto.
El chico en cuestión se la buscó, y levante la mano quien no le habría arrojado una piedra al adolescente borrachín. Sin embargo, el asunto se complica por ser el agredido uno de los miembros de la aristocracia dentro de su colegio. Es decir, deportista, pintón, gracioso, y privilegiado dentro de los privilegiados (su hacienda debe ser más grande que la del resto). El agresor en cambio, dentro del complicado esquema de castas de la secundaria viene a ser un paria. Gordito, con lentes, sospecho que su mamá lo va a dejar y a recoger a las fiestas, en un auto no tan chévere como el del "J". Seguramente el descastado cometió el error de creer que se iba a ganar el respeto de sus compañeros trastornándose el alcohol. O peor aún, sus compañeros le brindaban tragos por montones y la presión social fue demasiada para el simpático gordito.
Hasta aquí el argumento de una película adolescente norteamericana, de director desconocido y sin nada que la haga memorable a excepción de la banda sonora. Pero la película se convierte en una tragedia adolescente, que remite a nombres como Todd Solondz y Larry Clarke cuando el indignado adolescente decide vengar su honor, y limpiar su imagen manchada metafórica y vomitivamente por la ingenuidad del "loser". Junto a 7 amigos dan un escarmiento al ofensor, golpeándolo salvajemente, desnudándolo en frente de sus compañeros, humillándolo de mil formas, enardecidos por la testosterona y el alcohol.
Sobra decir que para el personaje de esta nota, su vida fuera de las 4 paredes de su cuarto ha terminado. No quiere volver al colegio, y el código de silencio de la secundaria le impide denunciar a sus verdugos, pues solo lo hundiría más. No se en que termina la historia. Busqué por toda la web un link a esta noticia,
pero sólo encontré una nota del desagradable Pablo Ortiz García, recordado por su infame editorial "Tour a casarse". El editorial vale verga, pero sirve para que se quiten las dudas de si esto pasó en realidad, o es producto de alguna mente ociosa afectada por ver demasiados teen flicks gringos.
Lo último que supe es que la noticia finalmente se supo, los 8 salvajes fueron expulsados, y entre los colegios de Quito circulan sus nombres con la advertencia de que no sean recibidos por nada del mundo. La venganza, imponiéndose a la justicia por segunda vez en esta misma historia.
Apropiándome del formato del blog de pasajero 77, les enumero el soundtrack que acompañó la tropezada redacción de esta nota:
Take it from the man! de la Brian Jonestown Massacre, una gran banda retro, de mucho antes que la palabra se corrompiera. Párenle bola a Dig, el documental ganador de sundance que cuenta la historia de esta banda y de los Dandy Warhols.
En cuanto a la filmografía, "Storytelling" de Todd Solondz, "Bully" de Larry Clarke y "Loser" de Amy Heckerling fueron citados en este texto.
Petiso, gran asado el del domingo! un abrazo, y agradezca a la Poncita y a la Patrona de mi parte por el nivel de anfitrionas.
R&R